Entrevista a Ermano Bianchi, taxidermista del Museo de Historia natural de Milán. Lee la entrevista publicada en el blog de la AECC. Escucha también el audio original en italiano.
La taxidermia italiana tiene su pequeña Meca en el Museo Cívico de Historia Natural de Milán, en el corazón de la ciudad. Fundado en el 1838 en el centro de los jardines de Puerta Venecia, ahora es propiedad del ayuntamiento. Los milaneses le tienen tanto cariño que lo llaman, sencillamente, “el Museo”. Es el primero de todos, el museo con la eme mayúscula. El que descubres de pequeño con tu familia, el que de mayor frecuentas por sus “happy hour con delito” y que vuelves a visitar cuando tienes niños a tu vez.
El interior de este imponente palacio neogótico destaca por numerosas razones. Porque contiene unas de las mejores colecciones de minerales de Italia. También, por las dudosas reformas de algunas de las salas que restan bastante claridad en algunos momentos de la visita. Y desde luego, por sus verdaderas obras de arte: los animales taxidermizados expuestos en unos asombrosos dioramas realistas. Son las piezas centrales de todo el museo, acompañadas de un trabajo de didáctica muy cuidado. Los guías explican paso a paso los trabajos realizados, los detalles del ecosistema y unas cuantas anécdotas curiosas asociadas con la creación de cada teca. Si las estructuras del museo a veces no apoyan, el equipo de divulgadores trabaja al unísono para brindar a los visitantes la mejor de las experiencias.
Ermano Bianchi, creador de las piezas y único taxidermista del museo desde los años ochenta, me recibe en su taller, en los patios traseros del edificio. Es un amplio laboratorio, luminoso y ordenado, donde destaca un macetero con papiros que utiliza para criar una pareja de salamandras, un regalo de hace ya unos cuantos años. Sobre la mesa hay un guepardo. Llevaba ya un tiempo en la cámara frigorífica pero lo va a colocar en una nueva teca didáctica sobre su trabajo. Se mostrarán todos los pasajes necesarios para preparar un animal con las técnicas y materiales de la taxidermia moderna.

¿Ermano, cuáles son las cualidades necesarias para realizar su trabajo?
No existe una verdadera escuela para aprender a ser taxidermista. Uno suele empezar de manera autodidacta, como hice yo, con los ejemplares que encuentra, y empieza a trabajar en ello. Luego los resultados llegan con el tiempo, a mi también me salieron unas cuantas chapuzas que luego tuve que destruir. Tuve la gran oportunidad de empezar a trabajar aquí en el museo con el servizio civile (el servicio comunitario alternativo al servicio militar en Italia), con unos animales que de otra forma no habría podido encontrar, desde ratoncitos hasta elefantes. Empecé documentándome con fotos, libros y los vhs de Quark (un famoso programa de ciencia italiano), y ahora ya vamos con internet. Para realizar mi trabajo se necesita antes de nada una buena manualidad, que desarrollé en el liceo artístico. Allí aprendí a utilizar distintos materiales como la silicona, la creta, el yeso, aprendí a modelar, a pintar… Luego para ser taxidermista hay que ser un poco carpintero, un poco carnicero, un curtidor de pieles… Son oficios que se aprenden de manera autodidacta durante los años. Una vez se utilizaba la paja, el yeso para taxidermizar, ahora se utilizan resinas, poliuretanos, que permiten obtener uno resultados espectaculares.
La creación de un diorama realista es muy compleja. ¿Cómo se coordina usted con el equipo que se ocupa de crear el ambiente natural en el cual luego se introducen los animales?
Se empieza con un estudio de los científicos conservadores que eligen lo que se pondrá en el diorama. Después hace falta coordinarse entre el taxidermista y los realizadores para poder crear un ambiente natural que represente de la mejor forma posible, como en una foto, la naturaleza. Porque eso es, fundamentalmente, un diorama. Un retrato congelado de la naturaleza, visto desde detrás de un cristal, algo que nos da la ilusión de estar en un momento concreto. Así que los científicos determinan cuáles rocas, plantas, animales se van a colocar y nos dan unas indicaciones científicas sobre la obra, que los demás seguimos para adaptarnos de la manera más fiel.
¿Nos contaría alguna anécdota especial sobre su trabajo?
Pues una vez me vi envuelto en una situación muy divertida. Se encontró un cetáceo varado en Sicilia y no se sabía muy bien a qué especie pertenecía. Nos enviaron las fotos al museo y la doctora Podestá, que se ocupa del estudio de los cetáceos, se dio cuenta de que la aleta pectoral era algo distinta respecto a lo que se había hipotizado en un primer momento. Se pensaba que fuese un calderón común, pero la aleta era algo rara. Mirando con más atención, nos dimos cuenta de que era una falsa orca, algo rarísimo en el Mediterráneo. Lastima que mientras tanto el cetáceo, que se había varado en la playa de Gela, ¡se lo habían llevado al vertedero y lo habían enterrado por completo! Entonces la doctora Podestá se adelantó para comprobarlo y al día siguiente nos telefoneó emocionada: “Venid todos, es una falsa orca, ¡hay que recuperarla!”. Nos bajamos en cinco, nos llevaron al vertedero y solo encontramos la cola que despuntaba de la basura. Trabajamos tres días para sacarla, volviendo al hotel por la noche con un tufo que ni os cuento… Al final conseguimos recuperarla y está expuesta aquí en el museo. Es una de las pocas que podemos encontrar en Italia, habrá cinco o seis como mucho.
¿Cuál piensa que será el futuro de su profesión, quién seguirá sus pasos?
Cuando me jubile el museo seguirá adelante, ¡por suerte no voy a ser el último taxidermista! Porque la Asociación de Taxidermistas Italianos no incluye muchos profesionales, tal vez sean unos veinte. Pero hay muchos taxidermistas aficionados que son igual de talentosos. Si se convocará una oposición, seguramente alguien tomará mi relevo.
Muchas gracias Ermano por descubrirnos los entresijos de su profesión.